Desde que éramos pequeños siempre tuvimos miedo de la vieja granja junto a la que íbamos a jugar.
Pero el día que tuve que entrar allí a por el balón me di cuenta de que no tenía nada que temer.
Me lo dijeron las voces. No me harían nada si hacía lo que me pedían: solo tenía que matar a mis amigos…
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